El Comercio, Domingo 21 de junio 2009


CRÍTICA DE ARTE
El cuerpo ofrecido
Por: Élida Román
Jean Paul Zelada (Trujillo, 1972), regresa con un conjunto de pinturas a las que reúne bajo el título “Relax”, serie que vuelve a su tema preferido, la figura humana. Si en las fases anteriores, el diálogo entre los personajes, sus atavíos y las moradas, los espacios donde se desenvolvían eran parte de secuencias integradas en un mismo soporte limitado —los difuminados, las reverberaciones, las ambigüedades logradas con efectos pictóricos sencillos y reiterados como una técnica casi de subrayado, cuyo recuerdo-rastro se encuentra en dos de las piezas actuales—, la decisión por una forma de realismo figurativo, el enfoque limpio y claro, es la nueva vía que lo hace transitar por una elección diversa a la anterior y más cercana a una ortodoxia realista.
Los primeros referentes que acuden a la asociación inmediata, indican la presencia de una influencia del pop que recreaba circunstancias cotidianas, congeladas, detenidas y reproducidas con una fidelidad que alejaba el discurso narrativo para indicar las peculiaridades personales y, de algún modo, llamar la atención sobre su anonimato y su presencia solidaria. Casi como un ejercicio especular, un modo de mostrar una apariencia ajena cuando en verdad el reconocimiento se realiza hacia la propia existencia.
Agente perfecto de esta pretensión es el cuerpo. El cuerpo como campo de acción pero también como fragilidad expuesta. Zelada declara: “La vida se vuelve importante en función de nuestra anatomía () Todos se relajan, todos se distienden, todos tienen un momento de tensión cero. Y todos distraen su cuerpo hasta que este deja de funcionar como una máquina y se convierte en una expresión de calma”. Para conseguirlo, el auxilio fotográfico se vuelve invalorable. El autor lo revela en los enfoques, en la construcción de cada una de las imágenes. Una guía básica que traslada a un nivel diferente por el ejercicio de la pintura como fin.
Con lejana asociación a la obra de artistas como Philip Pearlstein o Duane Hanson, maestros en la creación de personajes cotidianos, displicentes y dispuestos a una acción que nunca se mostraba, Zelada ha buscado plasmar esos momentos de descanso, de ausencia de vértigo y violencia, donde lo importante es el sentir el sosiego y la complacencia con la propia respiración, la no urgencia por la interrelación, la total displicencia, el abandono a la propia naturaleza. Ocio y paz como inseparables. No existen preocupaciones ni deberes, sino el mandato del impulso privado, íntimo. El agregado interesante, es la opción por mostrar a estos cuerpos protegidos por algún vestido, prenda íntima o camisa, siempre algo separa la piel del ambiente y, sobre todo, de nuestra mirada. Si pudiera pensarse en el desnudo como la expresión perfecta para esa libertad a través de la no-acción, Zelada ha decidido sustraernos a la invasión del conocimiento, conservando la libertad de sus cuerpos así expuestos. Una interesante opción cargada de simbólico pudor, o quizás de perversa privación. Un artista joven, siempre interesante

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